viernes, 28 de noviembre de 2014

LA TRANSFORMACIÓN FINAL

Aquel fatídico día en el que despertarían a la cansada Ayshane de su sueño reparador, había llegado, no tan sólo la habían despertado sino que sus personalidades protectoras se habían fusionado. Ahora tan sólo se podían aprecias aquellos increíbles ojos azul eléctrico. Unos ojos que a su corta edad ya habían visto suficiente del mundo.

Su propia madre la había abandonado, pero ésto tan sólo era una pequeña parte. Antes de eso Apollymi la había traicionado de tal forma que se apropió del cuerpo de Ayshane metiéndose en él hasta tal punto que se encontró al borde de la muerte.

Apollymi había sido liberada de su prisión y ella no pudo hacer absolutamente nada para detenerla. El mínimo movimiento le traería la muerte, puesto que las heridas mortales infringidas por su propia hermana se reabrirían. Apollymi gozó de una victoria rápida y fácil. Sobre todo fácil. Ayshane no podía ni imaginarse el estado del Inframundo en ese momento...

Aún así, que tan sólo la llegada de su propia hermana por aquella puerta de la mansión de los Kyur hubiera provocado tal fusión entre sus dos personalidades regenerativas...

Las cosas sucedieron de tal forma que todo se resumía en un nombre: Nyx, la diosa de la noche.

Se imaginó que Nyx había entrado en aquella mansión con la certeza de que quizás cabía la posibilidad de encontrar a su hermana, pero tan sólo se había encontrado con Chruse y Nheviden. Los cuales al verse directamente se habían fusionado en un sólo ser. Ante aquella fusión, un mecanismo se activó y aquellos ojos azul eléctrico volvieron a aparecer. No podía ser una buena señal...

La actual Ayshane daba más miedo del habitual, aunque su antiguo aspecto no fuera espeluznante de por sí, su personalidad sí lo había sido. Aún así, parecía sacada de otro mundo con aquella sonrisa lasciva fusionada con la mirad del cuerpo de Nheviden y la otra mitad del cuerpo de Chruse.

Resultaba extraño, y si estaba tan sacado de la normalidad... Lo que fuera que ocultara Ayshane no sería mucho mejor.

-¡Tú! ¿Cómo osas interrumpir mi sueño? ¿Acaso intentas rematarme?

Zessnyu, el actual guardián de Ayshane, se temía lo peor. Aquella voz pertenecía a la propia Ayshane, no a ninguna de las dos personalidades que había conseguido crear antes de caer en un sueño profundo y reparador. Había perdido la cuenta de los meses que su ama llevaba durmiendo, pero no podía deparar nada bueno su despertar tanto para su ama como para él mismo. Si tan sólo lograra transformarse, ese sería un problema para todos... Nadie en este mundo terrenal, estaba preparado para ver su verdadera forma, su verdadera naturaleza. Nadie, jamás lo estaría.

Pero Ayshane se conocía precisamente por sorprender a la gente, así que no fue de extrañar que de su espalda comenzarán a surgir dos alas largas y emplumadas. Había comenzado la transformación. Y una vez transformada sería más peligrosa de lo que había sido nunca, pues un ala blanca y un ala negra tan sólo significaban el fin del mundo.


Tan sólo significaban, que tendrían que correr. Huir y esconderse, pues la antigua Ayshane estaba oficialmente muerta y la de ahora, aquella genuina figura que empezaba a formarse a partir de sus restos, una figura de mujer madura con aquellos ojos azul eléctricos. Con el pelo tan largo que rozaba la parte inferior de su espalda... Ya no era Ayshane, era quién estaba destinada a ser. Dara.

Atte: Señoríta Ayshane.

lunes, 17 de febrero de 2014

Cirith Ungol (Paso de las sombras)

El paso de la sombras como en muchas culturas, se basaba en el hecho de que en algún lugar del mundo este lugar existía. Una puerta hacia otros mundos, la tan ansiada opción del teletransporte entre otras variadas cosas. Éso causó una tremenda obsesión con el paso de las sombras, pero lo que muchos no sabían es que no era un lugar.

Aquellos valerosos que se arriesgaban a la búsqueda del paso de las sombras encontraban un final letal, pues todas sus pesquisas discurrían hasta llegar a un punto. El cual con el tiempo se denominó “El antepaso de la muerte” por todos los cadáveres encontrados en su zona. Quienes se acercaban podían entrever un pequeño bosque aislado, al cual lo único que lo conectaba con el resto del territorio era el Antepaso de la muerte.

Solamente una vez, una criatura logró sobrepasar el Antepaso de la muerte y llegar a su destino, muchos imaginaron que se habría despeñado por el acantilado o que alguien habría aprovechado la ocasión para alimentarse de su carne. Pero nada más lejos de la verdad, aquella criatura había llegado al sitio donde durante milenios los hombres de a pie habían anhelado estar: El paso de las sombras.

Nada más lograr adentrarse en ese bosque, la criatura decidió adentrarse sin ningún tipo de orientación se dejó llevar por el instinto. E hizo bien, pues quien logrará adentrarse en ese bosque sabiendo a donde ir, se perdía y el que no llegaba a su destino.

Así fue como encontró una pequeña llanura, oculta entre todo el espesor del bosque y la vio. Una hermosa y alucinante criatura, desnuda y expuesta al sol, la cual había girado la cabeza con una muestra de pasividad enorme hacia él.

-Así que has sido capaz de traspasar mis defensas.

-Llevo años observando a todo tipo de criaturas decididas a pasar, morir. Algunos aguantaban vivos hasta casi antes de lograr cruzar el Antepaso de la muerte, había muy pocas posibilidades razonables.

-Entiendo, ha sido tu determinación lo que te ha traído hacia aquí. Has llegado al paso de las sombras, has llegado a mí.

La expresión de la criatura se torció de la estupefacción, ¿aquella mujer desnuda era el paso de las sombras? Imposible, pero que podía haber aparte de vegetación en aquel lugar... No creía que hubiese nada.

-Cirith Ungol, el paso de las sombras. Este nombre ha pasado de descubridor en descubridor, ahora será pasado a ti. Desde ahora, deberás despojarte de tu pasado, tu presente y tu futuro para albergar a Cirith Ungol en tu interior.

La hembra comenzó a desangrarse y él bebió su sangre, se bañó en ella y se convirtió en el elfo llamado Cirith Ungol.

Atte: Señorita Ayshane.



domingo, 5 de mayo de 2013



He decidido que voy a contarte cosas que jamás nadie ha visto, he decidido que hasta este momento eras mía y que ahora ya no. Voy a contarte que he dicho una obscenidad, que el ano y el orto son productos de tu imaginación y que esto es un crimen pasional. Un crimen hacia tus sentidos, un crimen hasta tu sufrimiento. Ésto es la vida. Y sí, tendrás que afrontarla sola.

Las últimas palabras de un hombre que te quiere, vuela porque anclada a esta tierra se te comerán los zombies. Un mundo mejor te espera, un mundo lleno de color. Un mundo donde no necesitarás una vela, tendrás claridad. Tendrás esperanza y sobre todo tranquilidad.

Los ángeles te acunaran en su pecho, te cantaran a tu oído susurros del viento y cuando menos te lo esperes te convertirás en el propio cielo. Y el cielo, hija mía te pertenecerá. Podrás crear criaturas celestiales que traigan tu paz a la Tierra, podrás cambiarlo todo y a la vez nada. Podrás jugar con la vida y así, mejorarla.

Serás el producto de un dios cansado, de un diosa que busca la esperanza y de un mundo que necesita volar hacia tu encanto. Serás la destrucción y a la vez el alma del mundo. Serás y no serás, verás y no verás y ellos intentarán detenerte porque serás fuerte. Tan fuerte que escaparás a su control y tú, hija mía lucharás contra el mal y serás la oscuridad sin perder la luz...

-Padre, creo que he perdido el norte. La luz se ha esparcido y tú..

“¿Qué estás diciendo, hija mía?”

-Perdoname, madre.. Yo sólo...

Sacudió lentamente su cabeza, como si eso sirviera para despejarla. Entonces vio sus ojos, sus propios ojos en una mujer de cabello negrizo, poco más alta que ella y a su vez bien proporcionada. Con pecho y curvas donde debía tenerlas. Así que ésa era...

-Tú, tú.. no, no puedes ser real.

-Créeme que lo soy, pequeña.

Ayshane pudo observar unos ojos como los suyos, cansados casi sin vista. Ella tropezaba cada pocos pasos, aún así logró pasarla por alto. Logró escaparsele o éso era lo que ella pensaba.“Pequeña, dejame ayudarte” “Adelante madre”. Durante unos diminutos segundos, no notó el cambio pero poco a poco su mente se fue esparciendo, disminuyendo. Poco a poco desapareció de su cuerpo, quedándose como una simple observadora.

Ante una señal de su madre, aquella criatura invocada por su padre se desplazó rápidamente impidiendo la salida de su hermana. Transformándose delante de sus hermosos ojos, dejando entrever una criatura viscosa enorme que no dejaba de crecer hasta chocar con la altura del propio techo y entonces, una especie de babosa gigante con patas de lagarto y una cola al más estilo iguana surgió. El frenazo de Nyx fue espectacular, mas la cosa no se quedó ahí. Su hermana se había decantado por la opción de patear a su nuevo compañero. “Excelente” El sarcasmo de su madre la devolvió a su cuerpo, la mujer había quedado completamente satisfecha aunque sólo fuera por el momento.

La mano de Ayshane se disparó hacia su frente, tan sólo un dedo la rozo y la concentración surgió. Y su hermana mayor levitó, acercándose más y más a la cabeza de aquella criatura reptante...

Las confrontaciones entre hermanos nunca acaban bien, aunque en ocasiones terminan de la forma más inesperada.”

Unos ojos penetraron en ella, unos ojos iguales a los suyos y de la misma forma totalmente distintos. Ellas no eran diferentes, abandonadas a su suerte en un mundo desconocido. Mas aquello no sirvió de compasión a la pequeña Ayshane. Pues aquella mujer, la dejaría desnuda a los ojos del señor del Inframundo.

Los gritos hacían retumbar sus oídos, más sólo era el miedo. Un fiel acompañante, el cual se ocupa de arroparte por las noches. De decirte que el más vil demonio irá a comerse tus sesos. Mas aquella mujer, no podía saber que era aquello. Sus gritos ensordecedores, una vida en un mundo protegido. Realmente, era irritante. Tan irritante como aquella garganta desgarrada y sin voz, por fin. Silencio.

-¿Quién demonios eres?

Aquella mujer no callaría ni en sueños, se dijo. Los ojos de Ayshane se abrieron con motivación plausible. Su pequeña y hermosa hermana mantenía sus ojos clavados en su rostro. Realmente, un tanto estúpido. “Cuando un monstruo te ataca nunca le des la espalda, serás un blanco fácil”. Pequeña insensata.

La mano de Ayshane descendió a una velocidad pasmosa, roto el contacto. Nyx cayó. El golpe fue duro, maldiciones resonaban hasta donde sus oídos no dieron abasto. La crueldad se abrió paso a través de ella, dejando en aquella sonrisa que solía adornar su cara un rastro oscuro. Sus pasos resonaron contra el suelo tapizado, su brazo se extendió dejando entrever la palma de su mano. Sus piernas se flexionaron como si de un cervatillo se tratara. Y sus ojos se fijaron en aquella que le quitaría todo.

-Soy tu peor pesadilla.

Hermana. Palabra que nunca pronunciaría delante de ella, se recordó. Al fin y al cabo, su sangre nunca sería parecida. “Los juegos de Hades nunca deparan nada bueno, hija mía”.

Siempre había sido así al fin y al cabo, recordaba aquella vez en la cual su padre por tan sólo una broma causó un despellejamiento masivo en cadena a miles de demonios. Ese día comprendió que las bromas estaban prohibidas y que el olor a carne chamuscada comenzó a atraerla. Así comenzó a comprender a Apollymi y sus crueldades.

-He podido con peores.

Un susurro valiente, amedrentador. Aún así tan sólo un susurro, aquel atisbo de voz huía despavorido ante la presencia de Ayshane. Solamente cuando los ojos de ésta se volvieron fríos, asimétricos y aterrorizantes. Lentamente, cualquier atisbo de piedad que su mente pudiera concebir desaparecía para no volver jamás.

Hija mía, éste es el comienzo de una gran era”.

Atte: Señorita Ayshane.

jueves, 11 de abril de 2013


Todos hemos soñado, imaginado o pensado alguna vez con los dioses. Puede ser Jehová, Buda, o cualquier otro. ¿Quién sabe cuál de ellos es real, y cuál es fruto de una leyenda? Nadie puede asegurarnos nada de esto. 
Puedes elegir entre creer o no esta historia. Pero si algún dia, al despertar, frente a ti encuentras a tu verdugo, no te arrepientas de haberte burlado de aquellos creyentes que salvaron su vida.

Comenzamos hablando de Eris, diosa griega de la discordia y el caos. Dueña de sí misma, y de algún que otro exclavo. Dueña del destino de cada uno de nosotros... Tan sólo si le apetece. Puede decidir si destrozar tu vida, o dejarte ir tranquilo. Al fin y al cabo, es ella la que puede controlar tu propia personalidad. Hacerte dejar de ser tú mismo. 
Eris era una verdadera diosa, también físicamente. De metro ochenta y dos, y un cuerpo esbelto y sensualmente formado. De largo cabello negro, y ojos rojos, como el rubí. De imagen increíblemente hermosa, y carácter jodidamente endemoniado. 
Eris tiene su propio espacio en el Olimpo, un hogar realmente acogedor. Pues, a pesar de lo que diga la gente, la tierra, el cielo y el infierno no son las únicas dimensiones de nuestra existencia. Lugares como el Olimpo, el Valhala, el Kalosis... Todos existen, tan sólo hay que buscar en el lugar adecuado... Además, dentro de cada dimensión, hay diferentes reinos. Si hablamos del panteón griego, contamos con cuatro reinos: El Olimpo, hogar de los Dioses. El Inframundo, hogar del dios Hades, y de gran parte de demonios y seres de la oscuridad. Los Campo Elíseos, sección subterranea sagrada de los infiernos, lugar donde las sombras de almas virtuosas o valientes llevan una existencia dichosa y feliz, está asociado al Cielo cristiano. Y por úlimo, el Tártaro, asociado al Infierno cristiano, lugar de tortura de las almas que así lo merecieran. Así pues, Eris convivía en el Olimpo, junto a otros dioses conocidos, y además, algunos de los que nadie nunca había oído hablar. La gente, con sus religiones, pensaba y creía en su, o en sus, dioses. ¿Por qué no pensar que todos son reales, y que es posible que a veces, incluso, se mezclen entre ellos? Pues esa sería la pura realidad. Pero no, pues aún es un tema muy complejo e intrincado para la mente humana. Se puede comenzar a descifrar, pero acabaría saturándose. 
Ese era el motivo de que, al fin y al cabo, los dioses siguiesen escondiendo su existencia. No podían mostrarse demasiado en público porque, aunque sencillos, los humanos tampoco son idiotas. 
En una de sus estancias privadas, Eris observaba su sfora, vigilando a alguno de sus amigos. Sfora se le denomina a un objeto de cristal completamente redondo. Lo que algunos llamarían como "la bola de cristal de una bruja", en realidad era un objeto realmente útil. Había sido creado por la diosa atlante, Apollymi, y se lo había regalado eones atrás, cuando habían estado mucho más unidas. Eris era la diosa del caos y la discordia, y Apollymi de la destrucción, no era raro que pudieran ser amigas, tenían mucho en común. Una de esas cosas eran sus personalidades, por eso acabaron chocando. Pero, los regalos no se devolvían, así que Eris se había quedado con el sfora, y agradecida por ello. Porque si no, ahora mismo no podría estar espiando a su juguete favorito, Hades.
Hades, sí. Rey del Inframundo. Dios griego de los muertos. Poseedor de la noche. Bomba sexual. Boom.
Eris y él hacía un tiempo que se habían aliado, con la intención de conseguir de una vez destrozar al Rey de los Dioses, Zeus, pero cada cosa a su tiempo. Sólo tenían una oportunidad, y no había que precipitarse. Entre tanto, habían encontrado la manera de entretenerse, y así poder aguantar la espera, además de aliviar tensiones. Una dosis de sexo duro, violento y agresivo, y voilá, asunto solucionado.
Si fuese una mujer con conciencia, se sentiría mal, pues Hades estaba casado. Todo el mundo sabía su historia, Hades se había enamorado completamente de Perséphone, hasta entonces llamada Koré, la hija de Deméter, y la había secuestrado, llevándola a su infierno personal. Finalmente la habían rescatado, pero Hades siempre había sido un completo hijo de puta. Con sus engaños, y su fría astucidad, había echo que Perséphone comiera seis semillas de granada, que la obligarían a volver cada año, un mes por cada semilla. Y así continuaban. Pero ese no era asunto suyo, puede que fuese la primera amante del Dios, pero no sería la última. Bueno, mientras ella lo deseara, ninguna otra lo tocaría. Sólo estaba dispuesta a compartirlo con su esposa, pero únicamente por la diversión de observar como esa pequeña florecilla intentaba complacerlo con su amor y sus caricias. La estúpida llevaba siglos casada con él y aún no había entendido que Hades poseía un alma oscura, necesaria para dominar Inframundo, y por eso mismo, sus gustos eran más excesivos que una simple caricia y unos gemidos tímidos en su oído. Hades no necesitaba hacer el amor, si no sexo. Follar duro, como le gustaba decir a Eris, mordiscos, arañazos, heridas, mucha sangre. El sexo era más una lucha, que un acto de amor. Algo de lo que Perséphone nunca sería capaz, pero Eris estaba encantada. 
En ese momento, Hades y ella estaban "haciendo el amor". Siempre en la misma postura, siempre los mismos movimientos, los mismos sonidos. No entendía como Hades no se aburría y se le ablandaba mientras follaba con ella. Además, en vez de gemidos, los sonidos producidos por Perséphone eran tan suaves que parecían el sonido de unos muelles. Y cuando Hades necesitaba más y comenzaba a hacerlo algo más duro, enseguida se quejaba, y le pedía que fuera más despacio, con más delicadeza.

-No lo comprenderá jamás. Lo que un hombre necesita es una mujer delicada y suave, a la que proteger. Pero lo que necesita un dios, y más el rey de Inframundo, es una mujer con la que poder ganarse lo que le ofreces. Si no lucha para conseguirlo, no es un guerrero. Y tú eres una furcia, pues te abres pronto de piernas, sin ponerselo dificil. ¿Verdad, Thequo?




Dandose por aludido, el enorme escorpión, de dos metros de largo, siguió flotando en la inmesidad, pues la sustancia de la que estaba echo era ingrávida. Un ser realmente único. Cuando lo deseaba, podía flotar y atravesar objetos como si se tratase de un fantasma, y a su elección, podía ser mortal, atacando y volviendose firme y duro. Éste la observó con sus extraños ojos morados, con motas amarillentas, y como siempre, pareció atraveasarla con la mirada. Eris estaba encantada con sus fieles mascotas. Y seguía sin sentirse estúpida al hablar con ellas, aunque no pudieran contestarle. 

Y ahora, llegaba el momento. 
Con una simple campanilla, llamó a sus sirvientes. Estos eran todos hombres, excepto sus dos doncellas privadas. Estas eran las que la ayudaban a cambiarse de ropa, darse un baño, y traer sus alimentos. Mientras, los sirvientes se encargaban de la protección de su templo, y de algún que otro favor personal. Con un movimiento de la mano, todos supieron cuál era su papel. Los hombres, fuera. Las doncellas, preparando un baño caliente. Eris había quedado en una hora con Hades, tenían un pacto preparado. 

-

Horas más tarde, no era solo sexo lo que había resultado de aquella reunión. A cambio de su apoyo en la idea de derrocar a Zeus de su trono, Eris iba a recibir el mejor trato de su eterna existencia. Hades se convertiría en el Rey de los Dioses, y entonces Inframundo sería completamente de Eris. Inframundo, y todo lo que deseara.

-

Eris irrumpió en el castillo de su amante con la ira y el poder dignos de su clase. En vez de utilizar sus manos, usó sus poderes para hacerse el camino hasta el despacho de Hades, en el cual destrozó las puertas al abrirlas con tanta furia. 

-¡Problemas!

Hades ni siquiera se inmutó. Después de haber visto, y creado, tanto en su reino, ¿se iba a asutar ahora por una simple diosa enfadada? Además, Hades siempre había sido un hombre serio, frío y calculador. No era conocido por alterarse demasiado pronto, aunque, si le tocabas las narices, no iba a quedarse pasmado como un idiota.

-¿Qué ocurre?
-Estoy encinta.

Eso sí que consiguió hacer que nuestro serio hombre abriese los ojos como platos, y se atragantase con su propia saliva. Se levantó poco a poco, y en vez de dirigirse hacia Eris, invocó a una de sus infernales ninfas. Xhafoe había sido la primera de su especie en bajar a ese tenebroso reino, y todo, por el mismo echo que estaba ocurriendo en ese mismo momento. Se había quedado embarazada de un demonio, y Hades, su padre y creador, no iba a permitir esto. 
Xhafoe tardó tan solo unos segundos en aparecer, y con sólo una mirada, supo para qué se le había envocado. Se acercó a Eris con suavidad y lentitud, estaba en su naturaleza el ser bondadosa, y no intentar asustar a nadie, y colocó una mano en su vientre. Al momento, sus ojos se pusieron en blanco, y en una especie de trance, comenzó a relatar la profecía. 

-Hades, dios de los muertos y rey de inframundo. Eris, diosa del caos y la discordia, de tu vientre aún no redondeado nacerá aquel vástago que dominará los reinos de la oscuridad. Será un ser hermoso y letal, y aún sin conocimientos, poseerá a todo aquel que desee, a su voluntad. Se convertirá, únicamente, en lo que está destinado a ser: un líder. Nada ni nadie podrá detenerlo, a pesar de que muchos lo intenten. El bien y el mal se unen desde lo más profundo del útero de esta diosa. 

Entonces, Xhafoe cayó al suelo de golpe, dejando de respirar. 
Esto era normal, cada vez que salía de una de sus visiones, así que simplemente, Hades la dejó estar mientras clavada su penetrante mirada grisácea en la mujer con la que llevaba acostándose meses. Ella, por su parte, sólo apoyó las manos sobre su aún plano vientre, y también lo miró. Esos ojos violetas, siempre traviesos, contenían ahora un brillo extraño. Eso era... ¿temor?
No le importaba demasiado, pues tenía cosas que hacer. 

-Hablaremos más tarde, Eris. Solucionaré esto.

Entonces, la despidió. Cuando ella y Xhafoe, ya recuperada, se marcharon, llegó la hora de avisar a otra vieja amiga. 
Colocándose en medio de la estancia, cerró los ojos, concentrándose. Era complicado llegar al lugar donde ella habitaba, sí. Pero, finalmente, tras unos minutos, una hermosa y esbelta figura de una fémina de largo pelo rubio se hizo visible ante él.

-Hola, querido amigo. ¿Qué es lo que me trae por aquí?
-Me debes un favor, y ha llegado el momento de que me lo devuelvas.
-Sin problemas. ¿Qué deseas que haga?
-La diosa de la discordia espera un hijo mío. Debes permanecer con ella hasta que se cumplan los cuatro meses de gestación, y utilizar tus dotes para sacar al embrión de allí, y alojarlo en el vientre de una humana embarazada. Si sale herido, será responsabilidad tuya, y yo mismo iré a por ti.
-Entendido, jefe. ¿Desea algo más el señor?
-Adjúntale protección. Hasta que alcance la madurez.
-Dalo por echo.

Sin más demora, Apollymi desapareció de Inframundo. Seguramente dirigiéndose a su hogar, Kalosis, el infierno atlante, y posteriormente, a encargarse de su trabajo.

···· Dieciocho años después ···

Tras abrir los ojos lentamente, Nyx suspiró aliviada.
Después de toda una vida de sucesos extraños, de transformaciones, y de conocer a criaturas sobrenaturales que nunca imaginó que pudieran existir, estaba realmente agotada. El último caso eran sus extrañas migrañas, visiones de cosas sin sentido, y las jodidas voces escalofriantes que no se iban de su cabeza. ¿Tal vez se hubiese vuelto loca realmente?
La última vez que le pasó algo parecido, había ido al médico, sí. Le dijo que tenían que hacerle pruebas, que tal vez tuviese psicosis paranoide. Pero no era posible, pues Nyx era totalmente consciente de la realidad. Pero, entonces, no había explicación posible para todo lo que le ocurría.
Simplemente, intentó vivir con ello. Pero no era fácil. Incluso tenía que ser relegada a encerrarse en lugares abandonados, como esa estación de autobuses en la que se encontraba en ese momento, para que las voces se silenciaran un poco. 




Sin saber exactamente por qué, miró por una de las ventanas. Estaba esperando algo pero, ¿el qué? Todo esto no era normal, y lo sabía. Pero no podía hacer más cosas de las que ya había intentado. 
Pensó en la niña que se aparecía en sus sueños. Esa niña de aproximadamente once o doce años, de pelo castaño y cuerpo delgado. No se parecía en nada a ella, pero cada vez que Nyx soñaba con ella, la sentía realmente cercana, como si fuera de su propia familia. Más cosas inexplicables. 
Pensó en su familia. Eso no podía llamarse familia. Era de origen finés, de Helsinki, para más exactitud. Su padre había trabajado toda su vida, y su madre había sido ama de casa. Padre machista y violento, madre sumisa y permisiva. No había tenido una vida fácil, su padre siempre la había odiado por el hecho de ser mujer, y por haber "dejado a su madre estéril tras su parto", pues así ya no podría tener la oportunidad de tener un hijo. 
A los quince años había sido violada por cuatro chicos de su instituto, a los dieciséis, había comenzado con las drogas. La marihuana no la había dejado, ni estaba dispuesta, pero milagrosamente, y antes de engancharse realmente, había dejado la coca y el caballo. Menuda historia, para tan sólo una niña, ¿eh?
Y a pesar de lo mucho que se habían aprovechado de ella, de lo mucho que la habían maltratado, y de lo mal que había vivido, ella nunca perdía la esperanza de encontrar a personas que realmente merecieran la pena. 
Hacía un par de años, cuando se fugó sola y casi sin dinero de Finlandia, llegando a España sin tener donde comer o dormir, había encontrado a un verdadero ángel. No tenía alas, y tal vez hubiese tenido una vida más digna de un demonio, pero al igual que ella, era un alma bondadosa. Ville Virtanen le había dado un lugar para dormir, comida, una ducha y esperanza. 
Y cuando sus caminos se volvieron a separar, esa esperanza no se fue. Se quedó con ella, al igual que el amor que ambos sentían. Tal vez no hubieran sido pareja, pero ambos se entendían. Eran los mejores amigos, y lo seguiría amando, esté donde esté él. 

Cuando oyó un crujido tras ella, se giró. El grito quedó contenido en su garganta, al ver a ese ser espantoso, y a la chica que la frustaba en sueños, justo frente a ella. Con una sonrisa traviesa. 
Entonces comenzó la lucha, pues quería llevarla con ella. Si Nyx no se había rendido nunca, no iba a darse por vencida ahora. 
Pero, como dicen algunos, se le cruzó un cable. Así que, en cuanto la niña abrió una especie de portal, Nyx fue a descubrir su destino: Comenzó a correr, agarrando en el camino a esa especie de reptil, y atravesando el portal. 
La niña, llamada Ayshane según descubrió más tarde, la guió hasta una especie de castillo infernal. Sí, estaban en Inframundo, y la llevaban a conocer a Hades. Y según le fueron contando... Era su padre. 

Atte: Señorita Nyx.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Los drows, en su defecto, elfos oscuros eran criaturas llamadas por la oscuridad. Por la crueldad, por la muerte, la traición.. Su lugar de acción podría llegar a decirse que fue la Antípoda Oscura, llamada el mundo de abajo. 

La estructura social de estos seres es simple: Las hembras se convierten en sacerdotisas, mientras que los macho en guerreros. Ambos, tanto hembras como machos, son educados para la matanza a sangre fría, sin escrúpulos.
La característica principal de estos seres es su piel negra, mientras que en todo contraste con el pelo albino. 
El orden social de estas criaturas se dividen mediante casas, entre la cuales se establecen peleas encarnizadas para conseguir un puesto entre las ocho primeras. Las que reciben el favor de su diosa Loth.
................
Cuando un drow surge de las entrañas de la Tierra y un ángel desciende del cielo, aparece una nueva vida.
El drow, un oscuro ser camuflado por la oscuridad tiene la misión de sacrificar aquellas criaturas del mundo superior que atacan a su pueblo... Pero en aquel pueblo, hay una niña. Una joven niña, tan sólo es una chiquilla y él decide salvarla, solamente para que los gritos no le acompañen durante toda su vida. Puesto que ya ha sufrido la experiencia, y podría decir que no ha sido bastante agradable.
El mundo parecía girar normalmente, pero entonces la vio. Un ángel descendió del cielo y esto tan sólo podía significar una cosa. Tendrían un hijo, la atracción sexual era palpable en el ambiente. No perdieron el tiempo, la ropa voló por los aires, las armas fueron apoyadas en el suelo y su pene erecto penetró con fuerza a aquella bella mujer. 
Así empezó todo, así el mundo comenzó a girar. A girar y no parar, pues aquella pequeña vida marcaría el cambio, el cambio del mundo. O quizás su final...


Un ligera capa de tierra cayó sobre la cara de una pequeña joven, sus ojos ya acostumbrados a la oscuridad parpadearon indecisos, de su boca comenzó a salir una tos llena de suciedad y aquel pequeño mundo de oscuridad siempre se cernía sobre ella. Minuto a minuto, sus ojos establecían contacto con aquellas figuras que era capaz de ver y a la vez no veía a ratos. 
Su cuerpo se movió, se adentró en una lucha contra el polvo que se cernía a su ropa. Sentía los hombros tirantes, había pasado horas en aquella misma posición, sus ojos puestos en uno de los seres amorfos que vivían en aquella cueva. Aquel monstruo mutante que la perseguía, día y noche. Pero ya no lo veía, así que cuando salió de aquella cueva estrecha no pudo imaginar que su perseguidor al fin podría atraparla. La mano negriza se tornó dura contra su boca, su cuerpo amoldado al suyo la sujetó sin descanso. No podría librarse esta vez...
-Eh, pequeño ángel. Al fin te he atrapado.
Desde poco después de haber nacido, había logrado escapar de aquel macho durante años. Trasladándose de parte a parte por aquel mundo frío y oscuro. Y al final, sus más de cien escapadas no habían valido nada, siempre volvía a ella y esta vez había logrado atraparla. Y sin duda, no sería capaz de librarse de él...
No podría decir cuantas primaveras habían pasado por su vida, cuanto tiempo llevaba persiguiendo a la hija de Chuner. Y aquella mestiza le había dado muchos problemas, demasiados. Tantos que su mente fluctuaba entre los favores y el deber, éste trabajo era un favor que le debía a los Mejkel. Chuner Mejker el padre de aquella chica, ahora mujer, le había encargado encontrar a su hija perdida. Su madre había muerto durante el parto, terriblemente aquella niña se había perdido nada más encontrar su conciencia contra el mundo y antes de ser despreciada por aquellos temibles drows debió de salir corriendo sin pensárselo dos veces. Que hubiera podido sobrevivir entre tantas criaturas reptantes que vivían en la Antípoda Oscura, era algo nuevo. Digno de valor y mención.
…......
-¿Cuál es tu nombre?
El rostro de aquel ser, rezumaba impaciencia. La misma pregunta salía de aquellos labios agrietados por la edad, rodeados de un halo de oscuridad y a su vez claridad por el efecto de su pelo blanco. Al principio sus ojos se habían sentido cautivos por la belleza del contraste, mas rápidamente descubrió la maldad en su interior. 
-Carece de importancia.
La bofetada resonó en el aire, su rostro salió disparado hacia atrás y la sangre. Aquella sangre suya cayó a borbotones por sus labios, uno de ellos partido. La sonrisa de ésta no se disolvió como aquel ser hubiera querido, quedó allí inmutable ante la resonancia de la violencia que habitaba en aquel ser. Y su captor, la observaba de cerca. El parecido entre ambos hombres era impresionante, mas los rasgos no correspondían a lo que cualquiera hubiera llamado “familia”. Eran de la misma especie y punto, o eso quiso pensar. 
Había sido arrastrada durante horas hasta llegar a aquella sala, su captor no se había molestado en ultrajarla, simplemente la había traído hacia allí. Por mucho que ella hubiera luchado, él no la liberó de su presa. Y ahora mismo estaba atrapada en aquella habitación, dentro de una de las demasiadas mansiones que había visto de camino allí.
Su captor se acercó a ella, lentamente. Como si temiera asustarla, como si pretendiera ayudarla. A buenas horas, pensó. “No juegues con él, será peor..” Ante las palabras de aquel hombre, una chispa se prendió detrás de sus ojos. No había perdido el tiempo durante aquellos años, solamente había sido una niña de cuatro años cuando se encontró con el Señor del Inframundo. Y éste le había concedido su voluntad como diosa, y ahora mismo su cuerpo resplandecía por la maldición en ella escrita. Largos tatuajes marcaban aquella piel, su espalda ahora recubierta por aquel dragón. Su joven piel marcada, con tan solo once años...





Los ruidos en su mente pretendían ser extraños, vagas luces del pasado que le otorgaban una visión del futuro, un futuro que no sería demasiado prometedor para ella. Quizás en aquel momento estar inconsciente por los golpes de aquel viejo macho no fuera lo peor que le hubiera pasado, pues la realidad era que desencadenar aquellos poderes milenarios heredados de su madre postiza no sería buena idea. Pues su mente, podría caer en malas manos… Como ya había pasado una vez…

Aquel día en el que pudo encontrar a su media hermana, aquella hija que su padre postizo había procreado con Eris, diosa de la discordia. En aquella ocasión no había aparecido sola, pues Geass había ido con ella.
Geass era aquel ser verde y reptante del que muchos se alejaban, quizás por su brillo quizás por su monstruosidad. Un demonio asqueroso, que si se le ordenaba volvería sus llamas carmesíes sobre el más peligroso enemigo. Un ser obediente al que poco después vería desparramado por el despacho de su padre.
Y bien, su hermana había estado ubicada en una estación de buses abandonada. Geass había cumplido su función como rastreador, aunque en un principio no sería ella la que dijera que sería posible que estuviera ahí. Quizás la oscuridad se sintiera mejor para sus ojos cansados, quizás el fin del mundo estuviera tan cerca que le fuera absolutamente necesario… Quizás…
Quizás aquella discusión y la pelea constante entre las dos hermanas solamente fuera un puro juego del temible Hades, señor del Inframundo. Quizás el mundo en que hoy en día habitaba no hubiera girado lo suficiente. Mas aquella vez, de algún modo logró convencerla de que llegara a un buen paradero: El mismísimo Infierno…
Allí, no había hecho otra cosa que advertirla. Hasta que en un instante se descubrió la huida de Violencia del cuerpo de Seph, el nuevo guardián de Nyx, su media hermana. Y entonces las cosas se habían salido de sus casillas, estrepitosamente.. 
Hasta el punto de perderse a sí misma, hasta el punto de dejar su cuerpo a merced de su madre postiza. La cual, encarcelada como estaba era la única solución a aquel arrebato controlador de ésta. Y así había perdido la conciencia, hasta despertar en aquel mundo con una herida mortal. La cual, aún no había sido curada del todo. Y lentamente le iba robando la vida, lenta y furiosamente… 
Pues nuestra querida Ayshane no duraría para siempre, por desgracia.



"No cierres los ojos, no olvides quien eres". Mas sus ojos se cerraron y el mundo tal y como lo conocía desapareció. Un nuevo cuerpo ahora ocupaba, sus poderes redirigiéndose a otras especialidades... Y cuando volvió a abrir los ojos vio color, pues sus ojos azul eléctrico habían vuelto. No más disparidad, ahora sólo el azul de un mar revuelto.


El cuerpo transmutado de Ayshane apareció tras su muerte. Dando lugar a los señores del Imperio Kyur.
Su mente, ahora llena de recuerdos de otros.Su cuerpo, renacido en un hombre.Sus ojos, visores de color.
Ésta era su nueva vida, aunque quizás no debería hablar demasiado rápido. Los últimos recuerdos de su anterior vida lograron huir de su cortex cerebral, dejando un vacío en toda su alma. Sintiendo que en aquellos recuerdos había algo mal, mas no podía imaginarse el quid de la cuestión. 
"Sus ojos volvieron a cerrarse, su antigua vida había llegado a su fin".


La manilla del reloj comenzó su giro en dirección contraria...
-Ayshane, hija.-Hades, señor del Inframundo.
Su reclinación fue leve, servicial. Hacía menos de un año que se había convertido en la hija postiza del mismísimo Hades, junto con Apollymi, diosa atlante de la destrucción.
Al parecer, aquella mujer había sido encerrada por los dioses atlantes. Decían que era rubia y mortal, ella tenía el pelo castaño claro. Según Hades, debido a su encierro nunca tuvo la oportunidad de tener hijos. El vínculo que ahora unía a las dos mujeres le dijo que aquello no era del todo cierto.
No dudaba que quizás le ocultaran algo, mas le habían dicho que su muerte la liberaría aunque su sangre no fuera la misma.
El día que aquel dios la había encontrado, se había compadecido de ella. Le había dado su primer y último hogar. Gracias a él, se había vuelto fuerte. Ya nadie podría con ella.
-Buscarás a tu hermana, Nyx.
Su rostro se contrajo en una expresión grave, sabía que Hades tenía otra hija en el mundo humano. Que algún día, quedaría relevada a un segundo plano y allí estaba. No esperaba que fuera tan pronto, así que simplemente asintió.
-Tienes una semana para prepararte.
Una semana. Una semana le daría tiempo suficiente para... "Ayshane" La voz de su madre se internó en su cerebro. "Madre, diosa de la destrucción". Cuando la contestación de su madre se internó en ella, comprendió lo que debía hacer. "Te abandonará, ya lo ha hecho antes. Te ayudaré, hija mía. Te ayudaré a vengarte".
No había dudado en aceptar, convirtiéndose así en una de las piezas del juego de Apollymi. Las dos mujeres se combinaron en un mismo cuerpo, dejando el cuerpo de la diosa Apollymi en una semiinconsciencia.
Los preparativos se aceleraron, a medida que su pelo comenzaba a caer. Dejando el pelo negro y corto a la vista. La combinación de las dos mujeres convirtió su cuerpo en un almacén de diversas características.
Cuando por fin acabó aquella semana de imperactividad, usó su antigui pelo de peluca adherida a su piel. Así consiguió engañar a su padre.
-Debes partir, hija mía.
"Poco durará llamandote así". Lo sé, lo sé.
Llegar al mundo humano fue una novedad, ni ella ni Apollymi habían pisado aquella tierra donde brillaba el sol antes. Un olor puro a la vez que contaminado se filtró por sus fosas nasales, quizás en otra vida le hubiera gustado. Mas hasta su forma de ser se evaporaba para dejar lugar a la crueldad y egocentrismo de su madre. Pues pronto su cuerpo no sería más que un simple caparazón. Un caparazón sin mente, solamente al servicio de aquella despiadada mujer. Ella no podía llegar a saberlo.
La criatura asignada por su padre, Hades. La guió por el centro de aquella ciudad. La gente riéndose, disfrutando de una vida sin preocupaciones le hizo esbozar una sonrisa socarrona. Un pensamiento se filtró en su mente: "Vivir aquí no estaría del todo mal..."
Las palpitaciones resonaron en su cabeza, su corazón latía deprisa. Interminables latidos que se aceleraban conforme sus cortas piernas lograban llegar a aquella estación de bus abandonada.
El matojo de hiervas que cubría la entrada, se le antojó hermoso... "No te distraigas, pequeña". Su atención se volcó hacia el interior, como la diosa que le habían concedido ser podía 'intuir' si había vida dentro o solamente hongos. 
Tras una pausa, encontró lo que buscaba y sus ojos azul eléctrico destellearon reconociendo a un integrante de la familia del señor del Inframundo.
Tan sólo una sombra rojiza en medio de la oscuridad, mas sin duda aquella mujer sería Nyx. La nueva diosa de la noche.


Atte: Señorita Ayshane.