miércoles, 13 de febrero de 2013

Los drows, en su defecto, elfos oscuros eran criaturas llamadas por la oscuridad. Por la crueldad, por la muerte, la traición.. Su lugar de acción podría llegar a decirse que fue la Antípoda Oscura, llamada el mundo de abajo. 

La estructura social de estos seres es simple: Las hembras se convierten en sacerdotisas, mientras que los macho en guerreros. Ambos, tanto hembras como machos, son educados para la matanza a sangre fría, sin escrúpulos.
La característica principal de estos seres es su piel negra, mientras que en todo contraste con el pelo albino. 
El orden social de estas criaturas se dividen mediante casas, entre la cuales se establecen peleas encarnizadas para conseguir un puesto entre las ocho primeras. Las que reciben el favor de su diosa Loth.
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Cuando un drow surge de las entrañas de la Tierra y un ángel desciende del cielo, aparece una nueva vida.
El drow, un oscuro ser camuflado por la oscuridad tiene la misión de sacrificar aquellas criaturas del mundo superior que atacan a su pueblo... Pero en aquel pueblo, hay una niña. Una joven niña, tan sólo es una chiquilla y él decide salvarla, solamente para que los gritos no le acompañen durante toda su vida. Puesto que ya ha sufrido la experiencia, y podría decir que no ha sido bastante agradable.
El mundo parecía girar normalmente, pero entonces la vio. Un ángel descendió del cielo y esto tan sólo podía significar una cosa. Tendrían un hijo, la atracción sexual era palpable en el ambiente. No perdieron el tiempo, la ropa voló por los aires, las armas fueron apoyadas en el suelo y su pene erecto penetró con fuerza a aquella bella mujer. 
Así empezó todo, así el mundo comenzó a girar. A girar y no parar, pues aquella pequeña vida marcaría el cambio, el cambio del mundo. O quizás su final...


Un ligera capa de tierra cayó sobre la cara de una pequeña joven, sus ojos ya acostumbrados a la oscuridad parpadearon indecisos, de su boca comenzó a salir una tos llena de suciedad y aquel pequeño mundo de oscuridad siempre se cernía sobre ella. Minuto a minuto, sus ojos establecían contacto con aquellas figuras que era capaz de ver y a la vez no veía a ratos. 
Su cuerpo se movió, se adentró en una lucha contra el polvo que se cernía a su ropa. Sentía los hombros tirantes, había pasado horas en aquella misma posición, sus ojos puestos en uno de los seres amorfos que vivían en aquella cueva. Aquel monstruo mutante que la perseguía, día y noche. Pero ya no lo veía, así que cuando salió de aquella cueva estrecha no pudo imaginar que su perseguidor al fin podría atraparla. La mano negriza se tornó dura contra su boca, su cuerpo amoldado al suyo la sujetó sin descanso. No podría librarse esta vez...
-Eh, pequeño ángel. Al fin te he atrapado.
Desde poco después de haber nacido, había logrado escapar de aquel macho durante años. Trasladándose de parte a parte por aquel mundo frío y oscuro. Y al final, sus más de cien escapadas no habían valido nada, siempre volvía a ella y esta vez había logrado atraparla. Y sin duda, no sería capaz de librarse de él...
No podría decir cuantas primaveras habían pasado por su vida, cuanto tiempo llevaba persiguiendo a la hija de Chuner. Y aquella mestiza le había dado muchos problemas, demasiados. Tantos que su mente fluctuaba entre los favores y el deber, éste trabajo era un favor que le debía a los Mejkel. Chuner Mejker el padre de aquella chica, ahora mujer, le había encargado encontrar a su hija perdida. Su madre había muerto durante el parto, terriblemente aquella niña se había perdido nada más encontrar su conciencia contra el mundo y antes de ser despreciada por aquellos temibles drows debió de salir corriendo sin pensárselo dos veces. Que hubiera podido sobrevivir entre tantas criaturas reptantes que vivían en la Antípoda Oscura, era algo nuevo. Digno de valor y mención.
…......
-¿Cuál es tu nombre?
El rostro de aquel ser, rezumaba impaciencia. La misma pregunta salía de aquellos labios agrietados por la edad, rodeados de un halo de oscuridad y a su vez claridad por el efecto de su pelo blanco. Al principio sus ojos se habían sentido cautivos por la belleza del contraste, mas rápidamente descubrió la maldad en su interior. 
-Carece de importancia.
La bofetada resonó en el aire, su rostro salió disparado hacia atrás y la sangre. Aquella sangre suya cayó a borbotones por sus labios, uno de ellos partido. La sonrisa de ésta no se disolvió como aquel ser hubiera querido, quedó allí inmutable ante la resonancia de la violencia que habitaba en aquel ser. Y su captor, la observaba de cerca. El parecido entre ambos hombres era impresionante, mas los rasgos no correspondían a lo que cualquiera hubiera llamado “familia”. Eran de la misma especie y punto, o eso quiso pensar. 
Había sido arrastrada durante horas hasta llegar a aquella sala, su captor no se había molestado en ultrajarla, simplemente la había traído hacia allí. Por mucho que ella hubiera luchado, él no la liberó de su presa. Y ahora mismo estaba atrapada en aquella habitación, dentro de una de las demasiadas mansiones que había visto de camino allí.
Su captor se acercó a ella, lentamente. Como si temiera asustarla, como si pretendiera ayudarla. A buenas horas, pensó. “No juegues con él, será peor..” Ante las palabras de aquel hombre, una chispa se prendió detrás de sus ojos. No había perdido el tiempo durante aquellos años, solamente había sido una niña de cuatro años cuando se encontró con el Señor del Inframundo. Y éste le había concedido su voluntad como diosa, y ahora mismo su cuerpo resplandecía por la maldición en ella escrita. Largos tatuajes marcaban aquella piel, su espalda ahora recubierta por aquel dragón. Su joven piel marcada, con tan solo once años...





Los ruidos en su mente pretendían ser extraños, vagas luces del pasado que le otorgaban una visión del futuro, un futuro que no sería demasiado prometedor para ella. Quizás en aquel momento estar inconsciente por los golpes de aquel viejo macho no fuera lo peor que le hubiera pasado, pues la realidad era que desencadenar aquellos poderes milenarios heredados de su madre postiza no sería buena idea. Pues su mente, podría caer en malas manos… Como ya había pasado una vez…

Aquel día en el que pudo encontrar a su media hermana, aquella hija que su padre postizo había procreado con Eris, diosa de la discordia. En aquella ocasión no había aparecido sola, pues Geass había ido con ella.
Geass era aquel ser verde y reptante del que muchos se alejaban, quizás por su brillo quizás por su monstruosidad. Un demonio asqueroso, que si se le ordenaba volvería sus llamas carmesíes sobre el más peligroso enemigo. Un ser obediente al que poco después vería desparramado por el despacho de su padre.
Y bien, su hermana había estado ubicada en una estación de buses abandonada. Geass había cumplido su función como rastreador, aunque en un principio no sería ella la que dijera que sería posible que estuviera ahí. Quizás la oscuridad se sintiera mejor para sus ojos cansados, quizás el fin del mundo estuviera tan cerca que le fuera absolutamente necesario… Quizás…
Quizás aquella discusión y la pelea constante entre las dos hermanas solamente fuera un puro juego del temible Hades, señor del Inframundo. Quizás el mundo en que hoy en día habitaba no hubiera girado lo suficiente. Mas aquella vez, de algún modo logró convencerla de que llegara a un buen paradero: El mismísimo Infierno…
Allí, no había hecho otra cosa que advertirla. Hasta que en un instante se descubrió la huida de Violencia del cuerpo de Seph, el nuevo guardián de Nyx, su media hermana. Y entonces las cosas se habían salido de sus casillas, estrepitosamente.. 
Hasta el punto de perderse a sí misma, hasta el punto de dejar su cuerpo a merced de su madre postiza. La cual, encarcelada como estaba era la única solución a aquel arrebato controlador de ésta. Y así había perdido la conciencia, hasta despertar en aquel mundo con una herida mortal. La cual, aún no había sido curada del todo. Y lentamente le iba robando la vida, lenta y furiosamente… 
Pues nuestra querida Ayshane no duraría para siempre, por desgracia.



"No cierres los ojos, no olvides quien eres". Mas sus ojos se cerraron y el mundo tal y como lo conocía desapareció. Un nuevo cuerpo ahora ocupaba, sus poderes redirigiéndose a otras especialidades... Y cuando volvió a abrir los ojos vio color, pues sus ojos azul eléctrico habían vuelto. No más disparidad, ahora sólo el azul de un mar revuelto.


El cuerpo transmutado de Ayshane apareció tras su muerte. Dando lugar a los señores del Imperio Kyur.
Su mente, ahora llena de recuerdos de otros.Su cuerpo, renacido en un hombre.Sus ojos, visores de color.
Ésta era su nueva vida, aunque quizás no debería hablar demasiado rápido. Los últimos recuerdos de su anterior vida lograron huir de su cortex cerebral, dejando un vacío en toda su alma. Sintiendo que en aquellos recuerdos había algo mal, mas no podía imaginarse el quid de la cuestión. 
"Sus ojos volvieron a cerrarse, su antigua vida había llegado a su fin".


La manilla del reloj comenzó su giro en dirección contraria...
-Ayshane, hija.-Hades, señor del Inframundo.
Su reclinación fue leve, servicial. Hacía menos de un año que se había convertido en la hija postiza del mismísimo Hades, junto con Apollymi, diosa atlante de la destrucción.
Al parecer, aquella mujer había sido encerrada por los dioses atlantes. Decían que era rubia y mortal, ella tenía el pelo castaño claro. Según Hades, debido a su encierro nunca tuvo la oportunidad de tener hijos. El vínculo que ahora unía a las dos mujeres le dijo que aquello no era del todo cierto.
No dudaba que quizás le ocultaran algo, mas le habían dicho que su muerte la liberaría aunque su sangre no fuera la misma.
El día que aquel dios la había encontrado, se había compadecido de ella. Le había dado su primer y último hogar. Gracias a él, se había vuelto fuerte. Ya nadie podría con ella.
-Buscarás a tu hermana, Nyx.
Su rostro se contrajo en una expresión grave, sabía que Hades tenía otra hija en el mundo humano. Que algún día, quedaría relevada a un segundo plano y allí estaba. No esperaba que fuera tan pronto, así que simplemente asintió.
-Tienes una semana para prepararte.
Una semana. Una semana le daría tiempo suficiente para... "Ayshane" La voz de su madre se internó en su cerebro. "Madre, diosa de la destrucción". Cuando la contestación de su madre se internó en ella, comprendió lo que debía hacer. "Te abandonará, ya lo ha hecho antes. Te ayudaré, hija mía. Te ayudaré a vengarte".
No había dudado en aceptar, convirtiéndose así en una de las piezas del juego de Apollymi. Las dos mujeres se combinaron en un mismo cuerpo, dejando el cuerpo de la diosa Apollymi en una semiinconsciencia.
Los preparativos se aceleraron, a medida que su pelo comenzaba a caer. Dejando el pelo negro y corto a la vista. La combinación de las dos mujeres convirtió su cuerpo en un almacén de diversas características.
Cuando por fin acabó aquella semana de imperactividad, usó su antigui pelo de peluca adherida a su piel. Así consiguió engañar a su padre.
-Debes partir, hija mía.
"Poco durará llamandote así". Lo sé, lo sé.
Llegar al mundo humano fue una novedad, ni ella ni Apollymi habían pisado aquella tierra donde brillaba el sol antes. Un olor puro a la vez que contaminado se filtró por sus fosas nasales, quizás en otra vida le hubiera gustado. Mas hasta su forma de ser se evaporaba para dejar lugar a la crueldad y egocentrismo de su madre. Pues pronto su cuerpo no sería más que un simple caparazón. Un caparazón sin mente, solamente al servicio de aquella despiadada mujer. Ella no podía llegar a saberlo.
La criatura asignada por su padre, Hades. La guió por el centro de aquella ciudad. La gente riéndose, disfrutando de una vida sin preocupaciones le hizo esbozar una sonrisa socarrona. Un pensamiento se filtró en su mente: "Vivir aquí no estaría del todo mal..."
Las palpitaciones resonaron en su cabeza, su corazón latía deprisa. Interminables latidos que se aceleraban conforme sus cortas piernas lograban llegar a aquella estación de bus abandonada.
El matojo de hiervas que cubría la entrada, se le antojó hermoso... "No te distraigas, pequeña". Su atención se volcó hacia el interior, como la diosa que le habían concedido ser podía 'intuir' si había vida dentro o solamente hongos. 
Tras una pausa, encontró lo que buscaba y sus ojos azul eléctrico destellearon reconociendo a un integrante de la familia del señor del Inframundo.
Tan sólo una sombra rojiza en medio de la oscuridad, mas sin duda aquella mujer sería Nyx. La nueva diosa de la noche.


Atte: Señorita Ayshane.

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